Aprovechando la celebración del mes de la ciencia en el sistema de bibliotecas públicas de Galicia, Divulgare ha estado impartiendo varios Talleres sobre divulgación científica para niños menores de 12 años. Impartiendo y … compartiendo y disfrutando muchísimo con estos genios de la espontaneidad. Una de las actividades que tenían que hacer consistía en diseñar un “story board” orientado a elaborar un cortometraje audiovisual después. Con independencia de algunas cuestiones científicas imprecisas (osos polares y pingüinos juntos, por ejemplo) no me negaréis que estos jóvenes atesoran una capacidad envidiable para la comunicación y auguran muchos éxitos como sustitutos de Sir David Attenborough …
Os dejo algunos ejemplos…
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Perdiendo la cabeza por las hembras…
En esta ocasión aprovechamos una viñeta que ha elaborado la bióloga Ledicia Prieto durante su formación en la “escuela de ilustración científica” que tenemos en Divulgare, para hablaros de algunos organismos que … pierden la cabeza por el sexo.
Aunque, en general, y, creo para nuestra desgracia como especie social, la información relacionada con ciencia es algo que cuesta mucho introducir en el bagaje cultural de nuestra sociedad, hay algunos aspectos de la ciencia que, con frecuencia, son más fáciles de transmitir. En este contexto, el sexo, ese mecanismo de reproducción que permite a las especies que lo practican, eliminar de su genoma errores perjudiciales y fijar caracteres positivos, ha contribuido a la difusión de muchos aspectos relacionados, sobretodo, con la historia natural de las especies. Si además combinamos sexo con canibalismo… ya tenemos todos los ingredientes para producir un “trending topic“…
Seguro que habéis oído hablar de una historia de canibalismo que se produce durante la cópula, o después de ella, entre sexos de algunas especies de insectos como las mantis o algunas arañas.
Es el caso de la Mantis religiosa, estos insectos solitarios -excepto durante el período en que se reproducen- son excelentes cazadores. Los que trabajamos estudiando el proceso de polinización por insectos y cualquier aficionado a la observación de la naturaleza, hemos tenido ocasión de “disfrutar” de la destreza como cazadores de estos insectos. Cazan al acecho, manteniéndose inmóviles a la espera de que llegue una presa, con las patas delanteras juntas y preparadas para lanzar su ataque con una velocidad y eficiencia difícil de igualar y de evitar para sus presas, que a veces son atrapadas incluso en pleno vuelo. Y cazan prácticamente de todo. Incluso otros individuos de su misma especie… Durante el apareamiento, la hembra, de tamaño considerablemente mayor que el macho (lo que se conoce como dimorfismo sexual), segrega unas feromonas con las que atrae al macho con el que se apareará. La parte dramática de la historia es que muchas veces durante la cópula, o justo después, la hembra, mucho más fuerte que el macho, retiene a éste con sus patas delanteras y comienza a devorarlo aún vivo.
En el apareamiento, en primer lugar el macho rodea a la hembra hasta saltar a su dorso y poner en contacto sus antenas con las de la hembra. A continuación, pone en contacto sus estructuras genitales con las de la hembra y deposita el espermatóforo en el interior de la hembra.
Las hembras, a veces, una vez que el macho ya ha depositado el espermatóforo que fecundará sus óvulos, aprovechándose de su mayor tamaño y fortaleza, comienzan a devorar al macho. No está claro si este comportamiento responde a algún mecanismo evolutivo que otorgue ventajas en el proceso de selección natural de la especie. En cualquier caso, este aporte de alimento para la hembra supone un suplemento nutritivo estupendo para el desarrollo de su progenie.
Las hembras, ponen sus huevos en unas estructuras espumosas denominadas ootecas
Cómo podéis ver, incluso en un pequeño espacio del entorno que nos rodea, podemos observar verdaderas historias de sexo, con amor o sin el, competencia y supervivencia. Quizás no es necesario que paséis tanto tiempo delante de una pantalla e indaguéis en estas historias de la vida por vuestra cuenta. Es más fácil de lo que parece, y … nos pueden ayudar a la hora de enfrentar esa carrera frenética por la supervivencia (física o mental) hacia la que hemos dirigido nuestra existencia.
¿Por qué existe el robo?
Acabamos de publicar un nuevo trabajo sobre robo de néctar, una interacción entre flores y visitantes florales en la que algunos animales, al no poder acceder al néctar por la apertura natural del tubo floral, realizan una perforación en la flor, cercana al lugar donde se acumula el preciado recurso líquido, y lo acceden desde esa posición. En la mayoría de los casos este robo implica que el ladrón no toca las estructuras sexuales (anteras y estigmas) y por lo tanto no realiza polinización, con el consiguiente problema para la flor, que ve mermada su reserva de recompensa para atraer a otros polinizadores más eficientes.
Pues este tipo de interacción biológica, el robo de néctar, a pesar de su alta incidencia en la naturaleza, habitualmente ha sido ignorada en la literatura científica.
En este nuevo estudio, hemos examinado la incidencia del robo de néctar en diferentes ecosistemas del planeta, pudiendo observar que este fenómeno se produce tanto en ambientes tropicales como templados, aunque los actores no son similares. En los ecosistemas templados, el robo de néctar habitualmente es cosa de algunos abejorros, del género Bombus (ver vídeo) que tienen probóscides cortas, y abejas carpinteras del género Xylocopa. En los trópicos, sin embargo, además de estos abejorros, hay también algunos colibríes de picos cortos y, sobre todo, un grupo de aves de la familia Thraupidae de los géneros Diglossa y Diglossopis que se distribuyen por las zonas altas del centro y sur de América. Estas aves, conocidas como pinchaflores o mieleros, se alimentan principalmente del néctar de las flores y acceden a este recurso realizando una perforación en la corola, una vez más, cerca del área donde se acumula el néctar. Para ello disponen de un pico adaptado para perforar la base de las corolas de las flores (ver imagen en la Lamina inferior).
En las comunidades de plantas sin mieleros vimos que existía un patrón recurrente: una especie de planta acumula enormes porcentajes de flores robadas, mientras que el resto de las especies tenían valores intermedios o directamente no eran robadas. Estas comunidades de plantas se caracterizan por tener ladrones de néctar con un comportamiento oportunista: a veces roban, pero lo hacen sobre todo en las plantas que ofrecen grandes recompensas y presentan un acceso al néctar “complicado”. En los Andes, por el contrario, donde las plantas co-existen con estas aves especializadas en el robo de néctar, el patrón es diferente. La mayoría de plantas con flores tubulares son robadas por los mieleros, aunque los porcentajes de flores robadas son intermedios (hay que tener en cuenta que los mieleros comparten recurso con una infinidad de polinizadores legítimos como los colibríes, abejas, moscas o mariposas, solo por nombrar a los más frecuentes.
A partir del estudio morfológico de las flores que son robadas y las que no, hemos llegado a la conclusión de que aquellas plantas que producen flores alargadas, ofrecen abundante néctar y presentan alta densidad espacial, son más propensas a ser robadas por insectos y aves.
Flores altamente agregadas dentro de las plantas y la presencia de estructuras que protegen la base del tubo floral de la perforación por los ladrones, están asociados a valores reducidos de robo de néctar.
Todavía queda mucho por estudiar en este tipo de interacción biológica entre plantas y animales pero … ahora ya sabemos un poco más: no acumules mucho, ni dificultes el acceso a quien quiera interactuar contigo. Si lo haces… te robarán!